Lectura: Lamentaciones 3:19-27

Un hombre pasó muchos años de su vida estudiando medicina, en esa época conoció al Señor como su Salvador personal, y entonces decidió que además de su carrera, estudiaría la Biblia, pues su deseo era poder usar sus conocimientos médicos al servicio de otros y de paso también compartir su fe.

Por fin el día de su graduación llegó y se inscribió en una agencia misionera que lo llevaría a un país de África donde sus servicios serían bienvenidos.  Cuando llegó al país donde estaría trabajando, le escribió a uno de sus mejores amigos y le expresó lo emocionado que estaba, pero que también era consciente de lo difícil que sería, escribió lo siguiente: “La clave para perseverar en tus metas en esta vida, es esperar lo inesperado, mantenerte vigilante y sobre todo entender que Dios tiene el control de todo, aunque tu entorno parezca indicar lo contrario”.

A tan sólo una semana de haber enviado el correo electrónico, lo que dijo se hizo realidad, el país en el cual estaba sirviendo entró en una guerra civil y se vio obligado a regresar.

Creo que conocemos esa sensación de “casi haberlo alcanzado” y de repente ver cómo nuestros sueños se derrumban debido a circunstancias de la vida, lo cual nos hace sentir que no vale la pena luchar por nuestras metas.

El profeta Jeremías pudo haberse sentido de esta forma cuando fue testigo de los sufrimientos de su pueblo.  El rey babilónico Nabucodonosor había conquistado Jerusalén, y a causa de ello llevó cautivos a sus tierras a quienes no fueron asesinados y, para terminar, destruyó lo que quedaba de la ciudad.

Sin embargo, en medio de todo ese dolor, Jeremías mantenía su esperanza intacta al reconocer la fidelidad y control que Dios tenía sobre la situación: “Por la bondad del Señor es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” (Lamentaciones 3:22-23).

  1. Puedes afrontar cualquier cambio inesperado debido a que Dios es fiel y tiene el control, confía en Él.
  2. En este mundo cambiante, siempre puedes depender de tu Dios inmutable.

HG/MD

“Por la bondad del Señor es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” (Lamentaciones 3:22-23).