Lectura: Salmos 148:1-14

A las personas que nos gustan los deportes y vemos las transmisiones televisivas, en radio o en línea, nos encanta cuando el narrador del partido muestra su entusiasmo al narrar las jugadas realizadas, ya que le agrega un ingrediente extra a las situaciones que se presentan durante el juego.

El fervor y entusiasmo de esos narradores deportivos, nos recuerdan lo natural que es nuestra respuesta cuando hacemos algo que verdaderamente está cerca de nuestro corazón. 

La Biblia nos muestra muchos ejemplos de personas que sirvieron al Señor con gran entusiasmo. Por ejemplo, David se alegró cuando el arca del pacto regresó a Israel, y olvidándose de su posición como rey, celebró alegremente con su pueblo (2 Samuel 6:14).  Nuestro Señor mostró su gran enojo cuando expulsó a los cambistas del templo, ya que estaban irrespetando el lugar donde muchos venían a adorar a Dios (Mateo 21:12).  Durante los primeros días de la iglesia, se escogieron personas como Esteban; para todos era evidente que estaban comprometidos y que el Espíritu Santo moraba en ellos (Hechos 6:1-5).

En nuestra vida diaria tenemos la inmensa oportunidad de causar entusiasmo y alegría en los que nos rodean, en ocasiones una sonrisa puede cambiar el día de una persona y si puedes compartir con ella una parte de la Palabra de Dios, causará el verdadero impacto, ese ingrediente extra que este mundo necesita.

  1. ¿Y nosotros? ¿Debido a nuestro entusiasmo las personas reconocen que amamos y servimos a Dios? ¿Nuestra vida evidencia lo agradecidos que estamos con Él?
  2. Si alguien no tiene el fuego de Dios en su corazón, no puede brindar el verdadero calor que necesitan las personas a su alrededor.

HG/MD

“Alaben el nombre del Señor porque solo su nombre es sublime; su majestad es sobre tierra y cielos.” (Salmos 148:13).