Lectura: Números 20:1-13

Estaba cansado de que lo culparan de todo lo que salía mal, su tolerancia a la frustración había llegado al tope; a pesar de su necedad los había acompañado a superar prueba tras prueba, e incluso intercedía ante Dios por ellos; sin embargo, lo único que recibía a cambio eran más problemas, y es por ello que dijo estas palabras a su pueblo: “¡Escuchen, rebeldes! ¿Sacaremos para ustedes agua de esta roca?” (Números 20:10).

Quizás estas palabras puedan sonar un tanto extrañas e incluso ridículas, pero no lo eran.  Cuarenta años antes de eso, la generación que los había precedido se había quejado por lo mismo: no tenían agua.  Debido a ello, Dios le había dicho a Moisés que golpeara una piedra con su vara (Éxodo 17:6), y luego de hacerlo, el agua brotó en grandes cantidades y saciaron su sed.

Pero ahora la queja había reaparecido, y Moisés estaba recurriendo a lo que anteriormente había funcionado, pero de la manera incorrecta, no lo estaba haciendo a la manera de Dios sino a su manera.  Dios le había dicho: “Toma la vara, y tú y Aarón tu hermano reúnan a la congregación y hablen a la roca ante los ojos de ellos” (Números 20:8).  Les dio la instrucción de hablarle a la roca no de golpearla, y ya saben el resto de la historia, Moisés golpeó la roca, no una sino dos veces (Números 20:11). 

En ocasiones, la frustración o el agotamiento no son los mejores consejeros, y esto hace que cometamos errores infantiles al no prestar atención a lo que Dios trata de decirnos.  La obediencia es fundamental en nuestra relación con Dios.  Debemos tener claro que no siempre las cosas se resuelven de la misma manera, a veces Dios nos puede indicar que actuemos, otras que hablemos, dependiendo de la circunstancia que callemos o que esperemos, pero Él siempre tendrá la razón y debemos hacerle caso sin resistencia ni reproches.

  1. Escuchemos muy bien antes de actuar.
  2. Seamos obedientes, sigamos el ejemplo que encontramos en Santiago 1:19: “Sepan, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira”. 

HG/MD

“Sepan, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira” (Santiago 1:19).