Lectura: Job 16:1-6

Con los años he ido comprendiendo que debo escuchar más y hablar menos, cuando estoy con una persona que sufre.   Y muchas veces las personas me dicen lo agradecidos que están, por todo lo que de hecho por ellos.  Y en muchas ocasiones, en realidad no hice nada.   Lo único que hice fue escuchar.  Y es que tan sólo el hecho “escuchar” era una forma efectiva de ayudar a los demás.

Esta fue la clase de “ayuda” que, con muchas palabras, no pudieron darle sus amigos a este hombre de Dios llamado Job.  Y se quejó de ellos diciéndoles: “…consoladores gravosos son todos ustedes!” (Job 16:2) y eso lo llevo a tan grado de desesperación que se quedó delante de Dios de la siguiente manera: “¡Oh, si yo tuviera quién me oyera!” (Job 31:35).

Entonces, ¿cuál es el propósito de escuchar activamente?  El escuchar es una manera de amar a los demás. Comunica sin decir palabras: “Yo quiero entenderte y conocerte”.  

Es un instrumento muy efectivo para dar consuelo a los abatidos, construir relaciones, y animar en la fe en Dios.   Escuchar además es también una forma de conocer los hechos.  Salomón, en Proverbios 18:13, advirtió que: “El que responde antes de oír comete insensatez y deshonra”.

Por lo que, escuchar a los demás debe reflejar nuestra atención hacia Dios y Su Palabra.  Él tiene tanto quiere enseñarnos y decirnos.  A medida que tomemos un minuto de silencio hoy y le escuchemos atentamente, estaremos en mejores condiciones para escuchar a las personas que sufren a nuestro alrededor.

  1. Te desafiamos a escuchar más y a decir menos.
  2. Haces más amigos con tus oídos, que con tu boca.

HG/MD

“Sepan, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira” (Santiago 1:19).