Lectura: Apocalipsis 2:18-21
El joven de 19 años era el orgullo de sus padres. Buen estudiante, preocupado por sus hermanos menores, en su casa ayudaba en todo lo que sus padres le encargaban, y con lo que ganaba en un empleo de tiempo parcial contribuía con su educación.
Sin embargo; este joven tenía un pequeño problema, sus padres le habían confiado las llaves del auto familiar para que fuera a la universidad que se encontraba al otro lado de la ciudad, y allí comenzó el problema, ya que cuando tomaba el volante se transformaba. Una vez al salir de su casa por poco atropella a una pareja de ancianos que paseaba por el barrio y había sido multado por exceso de velocidad en un par de ocasiones. ¿Qué deberían hacer sus padres al respecto? ¿Ignorar su imprudencia a la luz de sus buenas cualidades? ¿Confrontarlo con su debilidad de carácter?
En nuestra lectura devocional en el libro de Apocalipsis 2, el Señor confrontó el problema de desobediencia de los creyentes, a pesar de que también había alabado otras de sus buenas características, lo cual nos enseña que Dios no ignorará los problemas que tenemos. Nuestro Dios es paciente y comprensivo, pero se toma muy en serio nuestros pecados y aplicará la corrección que necesitemos para corregir nuestras equivocaciones.
- En el crecimiento espiritual, no importa sólo lo que estamos haciendo bien, también cuenta mucho lo que hacemos mal.
- El pecado añade problemas, resta energía y multiplica las dificultades.
HG/MD
“Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por lo que padeció” (Hebreos 5:8).