Mártires de la fe

Más instrumentos extremos

Un creyente iraní – 2010

Un creyente estaba de pie junto a la ventana, observando las calles a medianoche por algún movimiento que indicara que la policía se acercaba a los adoradores.  Los cristianos se reunían en secreto en la parte sur de Irán.  El visitante extranjero añadía al peligro porque la policía iraní estaría furiosa si sabían que los cristianos estaban en compañerismo con un extranjero.

Hacía poco que habían puesto en libertad de custodia a un creyente y los moretones en su cuerpo mostraban el tratamiento recibido.  Aunque la policía lo vigilaba de cerca y sabía de su obra cristiana, él continuaba, ministrando tanto como podía cuando no estaba bajo arresto.

Hablaba con pasión y alentaba a todos los creyentes reunidos a crecer y ser más como Cristo, sin importar el costo.  Sabían que el precio podía ser alto, ya que todos conocían a cristianos que habían arrestado, golpeado o asesinado.  Otros sólo habían desaparecido.

El maravilloso servicio fue largo y lleno de adoración.  Después, el asombrado visitante extranjero le preguntó al expositor acerca de sus experiencias en la cárcel y el sufrimiento que soportó.  “¿Cómo mantiene usted, tal espíritu de esperanza y alegría en medio de estas dificultades?”

“Estas pruebas son solo instrumentos en las manos de Dios”, respondió con una cara de tranquilidad que tan sólo podía provenir de su relación con Dios.  Luego añadió: “¿Quién soy yo para criticar los instrumentos que Dios utiliza para hacerme más santo”?

Los humanos en general tenemos una fascinación con el futuro.  Desde siempre hemos querido saber lo que hay más adelante para nosotros en nuestro peregrinaje a través de la vida.  Sin embargo, al igual que el barro no puede preguntarle al alfarero lo que va a ser, tampoco podemos preguntarle a nuestro Hacedor lo vamos a ser.  Aun así, podemos confiar en que Dios creará algo bello y santo con nuestras vidas.  Sabemos por fe que somos producto de las manos de Dios ¿De qué maneras necesitas confiar que Dios, el Alfarero Maestro, para qué comprendas que estás convirtiéndote en Su obra de arte?

Pero ahora, oh Señor, tú eres nuestro Padre. Nosotros somos el barro, y tú eres nuestro alfarero; todos nosotros somos la obra de tus manos.

Isaías 64:8

Tomado de: Devoción Extrema, la Voz de los Mártires, pag.165