Lectura: Levítico 16:1-34

El uso moderno de la palabra chivo expiatorio se refiere a alguien quien injustamente es culpado por algo, y cuando una persona se convierte en un chivo expiatorio, por lo general es contra su voluntad. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, Adolfo Hitler culpó a los judíos europeos y los convirtió en chivos expiatorios de todas las dificultades económicas de Alemania.

No obstante, el origen de la palabra en realidad viene de la ceremonia que los judíos celebran una vez al año, el Día hebreo de la Expiación, conocido hoy como Yom Kippur. En Levítico 16 leemos cómo dos machos cabríos eran escogidos por el sumo sacerdote; uno era seleccionado echando suertes para ser sacrificado por el pecado de los israelitas, mientras que el otro se convertiría en chivo expiatorio para llevarse la culpa por los pecados.

Estos machos cabríos eran símbolos de Jesús y de lo que Él iba a hacer por nosotros. Jesús dio voluntariamente su vida una vez para siempre (Hebreos 7:27), expiando así los pecados de “todo el mundo” (1 Juan 2:2).  El primer cabrito que era sacrificado como ofrenda por el pecado del pueblo de Dios, simbolizaba el sacrificio de Jesús en la cruz. El otro cabrito, el chivo expiatorio, representaba al Jesús completamente inocente que aceptaba y quitaba el pecado y la culpa, enviándolos donde no se pueden volver a encontrar, al lugar más recóndito del desierto, o tal como lo describe el libro de Miqueas 7:19: “Volverá a compadecerse de nosotros. Pisoteará nuestras iniquidades y echará nuestros pecados en las profundidades del mar”.

  1. ¿Alguna vez has deseado tener un chivo expiatorio? Ninguno de nosotros está sin pecado: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino. Pero el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).
  2. Jesús es nuestro chivo expiatorio. Cuando ponemos nuestra confianza en Él, obtenemos perdón total por todo lo que hemos hecho o haremos mal. Dios nos ve como si no tuviéramos culpa porque Jesús cargó con ella.

HG/MD

“Él es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros sino también por los de todo el mundo.” (1 Juan 2:2).