Lectura: 1 Corintios 9:19-27

Corría el año de 1924, cuando Eric Liddell (1902-1945) se preparaba para competir en los juegos olímpicos en Paris. Había sido seleccionado para competir en 3 competencias 100, 200 y 400 metros planos.  No obstante, los 100 metros planos era su competencia más fuerte; sin embargo, algo sucedió, decidió retirarse de esa competencia, pues se enteró que las eliminatorias para la carrera se realizarían en día domingo, y él tenía como uno de sus principios guardar ese día para adoración al Señor.

En lugar de lamentarse se esforzó aún más, y logró una medalla de oro en los 400 metros, donde estableció incluso un nuevo record olímpico.  Un año más tarde, Liddell decidió marcharse a China como misionero, donde sirvió el resto de su vida; murió de un tumor cerebral en un campo de concentración japonés durante la segunda guerra mundial.

El apóstol Pablo utiliza una hermosa metáfora del deporte como ejemplo de disciplina: “Y todo aquel que lucha se disciplina en todo…” (1 Corintios 9:25a), esto quiere decir que así como los deportistas tienen que dar lo mejor de sí para obtener el resultado deseado, “…Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible; nosotros, en cambio, para una incorruptible” (1 Corintios 9:25b).  Pablo estaba compartiendo su anhelo de servir fielmente al Señor, debido a que quería ser un mensajero efectivo del mensaje de salvación (1 Corintios 9:19,27), y deseaba que esta también fuera la meta de sus lectores.

  1. Así como Eric Liddell se entrenó y se disciplinó para alcanzar sus metas, primero la de alcanzar su medalla olímpica, y segunda y más importante, terminar bien su carrera de la vida junto a su Señor, nosotros podemos hacerlo de la misma forma tanto en el campo secular como en el espiritual.
  2. Necesitas disciplinarte para alcanzar tus metas, recuerda que el Señor estará siempre a tu lado.

HG/MD

“Y todo aquel que lucha se disciplina en todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible; nosotros, en cambio, para una incorruptible” (1 Corintios 9:25).