Lectura: 1 Corintios 10:1-14

Cuando leemos pasajes del Antiguo Testamento, es fácil detectar cuando se nos presenta un caso de idolatría, basta con ver los relatos de personas sacrificando incluso a sus hijos a dioses barbáricos, o celebrando alrededor de un becerro de oro, tan sólo por citar algunos casos.  Aun en tiempos del Nuevo Testamento, el apóstol Pablo les dijo a los creyentes en Corinto, que huyeran de la idolatría (1 Cor.10:14) y hace advertencias similares a los Colosenses (3:5) y a los Gálatas (5:20).

No obstante, la idolatría no fue superada en los tiempos pasados, hoy sigue siendo un peligro para los creyentes aunque no sea abierta o tan obvia.  El enemigo es astuto y la ha disfrazado sutilmente, lo cual la hace difícil de detectar, hasta que está aferrada a los corazones de los incautos que le brindan un lugar en sus vidas.

Es por ello que debemos estar alertas si queremos detectar las cosas o personas que están llegando a convertirse en nuestros ídolos, y un buen punto de inicio es hacer un examen a nuestros pensamientos recurrentes, lo último que pensamos antes de dormir, lo primero que pensamos al despertar.  Si nuestros pensamientos no son correctos, aquello en lo que pensamos la mayor parte de nuestro tiempo, tenderá a convertirse en un ídolo; estos pensamientos revelan lo que realmente atesoramos y en lo cual confiamos.

Es por ello que cualquier cosa en la cual depositemos nuestra esperanza, o nos haga sentir realizados, cualquier meta o aspiración que llegue a ser más importante que Dios, se convertirá poco a poco en lo que los antiguos llamaban dioses, que lentamente van a controlar nuestros corazones y decisiones.

  1. El engaño por esas falsas expectativas de sueños que finalmente terminan estrellados contra las rocas del tiempo, es lo que te impide ser realmente feliz, sólo el Señor puede satisfacer las más profundas necesidades de tu corazón. Tan sólo Dios puede cumplir y ofrecerte la promesa de vida eterna en Cristo Jesús (Juan 3:16).
  2. Un ídolo es cualquier cosa o persona que ocupa el primer lugar que le corresponde a Dios. (Mateo 6:21).

HG/MD

“Por tanto, amados míos, huyan de la idolatría” (1 Corintios 10:14)