Lectura: Juan 11:30-37

En una noche de invierno fría y llena de lluvia, dos hombres murieron.  El primero, era un bombero quien mientras rescataba a la víctima de una inundación, luego de ponerla a salvo, se resbaló y la corriente se lo llevó con toda su fuerza; se trataba de un joven correcto y todo un ejemplo para la comunidad, era muy apreciado en el lugar donde vivía y muy activo en su iglesia local.

El otro hombre vivía en la calle, pero estaba asistiendo a un grupo de ayuda en una iglesia. Esa noche mientras se dirigía al lugar donde dormía, desgraciadamente lo asaltaron y mataron.  Algunos que vivían en la calle se lamentaron por su amigo a quien habían perdido y al cual amaban, él les había contado que al fin había encontrado el verdadero significado de la vida en Jesús.

Cuando Jesús vio a María, Marta y sus amigos llorando por la muerte de Lázaro, “se conmovió en espíritu y se turbó.” (Juan 11:33).  Por supuesto, el Señor amaba mucho a Lázaro y a sus hermanas. Aunque sabía que poco después resucitaría a Lázaro de entre los muertos, lloró con ellas (v. 35). Algunos eruditos bíblicos piensan que parte del llanto de Jesús también podría haber sido por lo que significa la muerte en sí, y por el dolor y la tristeza que genera en el corazón de las personas.

Sin lugar a duda las pérdidas forman parte de la vida; no obstante, Jesús es “la resurrección y la vida” (v. 25), los que creen en Él experimentarán un día el final de toda muerte y tristeza. Mientras tanto, Él llora con nosotros por nuestras pérdidas y nos pide que lloremos con los que lloran (Romanos 12:15).   Seguramente, nuestro Señor también se conmovió por la muerte de las dos personas de la historia en este devocional: el valiente bombero y el habitante de calle, ambos eran importantes para Él.

  1. Y para ti ¿cuán importantes son las personas que están a tu lado o con las que te mezclas en la calle al caminar? Todas ellas están en el camino de una muerte segura y si no hacen su decisión por Cristo, su destino será la muerte eterna.
  2. Comparte tu fe con otros, llora con los que lloran, ríe con los que ríen, pero sobre todo comparte con ellos el mensaje de salvación.

HG/MD

“Entonces Jesús, al verla llorando y al ver a los judíos que habían venido junto con ella también llorando, se conmovió en espíritu y se turbó” (Juan 11:33).