Lectura: Salmos 145:14-21

El autor Henri Nouwen escribió sobre Jean Vanier, a quien le gustaba contar una historia que ilustra nuestra necesidad de intimidad con Dios.   Nouwen comentaba: “Cuando Jean Vanier hablaba sobre ese lugar íntimo, a menudo para ilustrar la situación extendía el brazo y acomodaba su mano en forma de taza y decía que se imaginaran que estaba sosteniendo a un pequeño pájaro herido.  Él preguntaba: «¿Qué pasaría si abro mi mano en su totalidad?”  La respuesta casi siempre era: “El pájaro intentará aletear sus alas, caerá y morirá”

Luego preguntaba: “¿Y si cierro mi mano?”  La respuesta sería: “Aplastaría al pájaro y moriría”. Luego sonreía y decía: “Un lugar íntimo es como mi mano ahuecada en forma de taza, ni está totalmente abierta ni totalmente cerrada.  Es un espacio donde el crecimiento puede tener lugar.

Ciertamente la poderosa mano de Dios debe ser temida y respetada.  Pero para el creyente fiel, la mano de Dios es también un lugar de descanso y refugio. Cuando nos damos cuenta de que estamos a salvo en su mano,  podemos disfrutar de la calma segura y sin problemas que Él quiere para nosotros.

En el hoyo de la mano de Dios estamos en el lugar de la intimidad de crecimiento y de seguridad. Dios no nos aplastará, ni nos dejará abandonados.  Nadie, ni el diablo, ni nuestros enemigos puede sacarnos de Su mano (Juan 10:29). En la intimidad de su presencia, no tenemos que tener miedo.

1. Mi vida está en la mano de mi Padre;  ¿Cómo podría desear o pedir más?  Porque Él ya ha planeado mi itinerario y me guiará hasta que mi viaje termine.

2. Cuando confiamos en Dios, Su poder no es terrible, es reconfortante.

NPD/DCE