Lectura: Salmos 27:1-14

En muchas ocasiones tenemos la tendencia de dividir la vida en categorías, por ejemplo, tenemos días de mucho trabajo, temporadas de festividades, fines de semana del hogar, noches de tareas escolares, y también, como si fuera poco, tratamos en ocasiones de encasillar las actividades espirituales en: domingos de iglesia, madrugadas de devocionales, media semana de grupos de estudio, entre otros.

Sin embargo, al leer los salmos nos vemos frente a frente con otra realidad.  David y los demás profetas trataron de mostrarnos en sus escritos que Dios gravitaba en sus vidas, todo de alguna forma estaba relacionado con Él.

Para ellos la adoración era algo esencial en sus vidas, no era algo solamente para cumplir, o una actividad que “tengo que hacer” para verme bien. Este es un gran reto para todos como creyentes, en un mundo tan absorbente y lleno de distracciones como en el que vivimos.

Al leer los salmos encontramos a personas reales que compartían su tristeza, decepción, rabia, pero también encontraban gozo, esperanza, alegría y un deseo por descubrir la voluntad de Dios para sus vidas y seguirla.  Eran tan explícitos en esto que usaron expresiones como la siguiente: “Como ansía el venado las corrientes de las aguas, así te ansía a ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo…” (Salmos 42:1-2); así era su anhelo desesperado por Dios. Preferían pasar un día en la presencia de Dios que mil años en cualquier otra parte (Salmos 84:10).  Estar consciente de la clase de Dios en quien hemos puesto nuestra confianza, debe hacer que cambiemos muchos hábitos en nuestra vida ya que sabemos que Él está presente, a nuestro lado.

  1. Debe ser nuestro anhelo experimentar el proceso de permitir que el Señor esté en cada detalle de nuestras vidas.
  2. No encasillemos a Dios, Él quiere formar parte de cada etapa de nuestras vidas.

HG/MD

“El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién me he de atemorizar?” (Salmos 27:1).