Lectura: Salmo 18:1-6
Las madres primerizas suelen ser muy susceptibles al pánico. Por eso, durante los primeros meses del bebé suelen llamar a sus padres ante el mínimo síntoma extraño que presenten sus hijos, o indagar durante horas en la internet e incluso preguntarle a la “inteligencia artificial”, si lo que están viendo en sus hijos es “normal” o, por el contrario, pasa algo “malo” con ellos.
Tener este tipo de recursos es algo bueno dentro de los límites racionales, pero leer la Palabra de Dios, en especial los Salmos, suele ser muy reconfortante ya que en ellos encontramos la clase de ayuda que ningún mortal puede brindarnos.
En el Salmo 18, David corría gran peligro. Con miedo, cerca de la muerte y angustiado, su respuesta ante tal predicamento fue clamar al Señor. Asimismo, podía decir “te amo, oh, Señor” porque entendía que Dios era su fortaleza, roca y libertador (Salmo 18:1-2). El Señor era su escudo, salvación y castillo. Tal vez no comprendamos la alabanza de David porque no hemos experimentado la ayuda de Dios. Quizá buscamos primero en la internet o a un amigo, antes de pedirle consejo y ayuda al Señor.
Sin duda, Dios coloca personas en nuestra vida para que nos ayuden y consuelen. Sin embargo, no nos olvidemos de orar ya que Él nos escucha. Cantemos como David: “Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos” (Salmo 18:6). Cuando acudimos al Señor nos unimos al cántico del salmista y nos gozamos porque Dios es nuestra roca, fortaleza y libertador.
- La próxima vez que encuentres en una crisis, antes de tomar el teléfono o ir a la internet, acuérdate de orar, Dios siempre estará atento a tu llamado.
- No olvides que Dios es tu libertador y que siempre oye tu clamor.
HG/MD
“En mi angustia invoqué al Señor y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos” (Salmo 18:6).
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