Lectura: 1 Tesalonicenses 4

Un amigo me contó la siguiente historia: El hombre que cortaría el césped estaba a punto de llegar y yo no estaba listo.  Había contratado los servicios de una compañía que cuida jardines para que pusiese unos ingredientes especiales en mi césped de forma que creciese verde y lindo cuando el frío del invierno acabara su blanca presencia.

No sabía cuándo la compañía enviaría a alguien, y los residuos de la caída de las hojas del otoño todavía estaban en el suelo.  Además estaban las sobras de los días de vientos del invierno: las figuras de nieve que forman los niños y las ramas que pierden los árboles.

Día tras día temía que fuese aquel el día.  A menos que hiciese un trabajo preliminar, la actividad del hombre del césped sería menos que exitosa.  Finalmente pensé el trabajo no se hará sólo y encontré unos minutos libres para rastrear las hojas un sábado.  Me sentí muy bien cuando até la última bolsa de basura de jardín.  ¡Ya estaba listo!

Al pensar en esta historia, me preguntó: ¿Sentimos alguna vez esa tensión en nuestra vida cuando pensamos en el regreso de Jesús, el cual podría suceder en cualquier momento?  ¿Pensamos en todas las cosas que tenemos que hacer? ¿En esos vecinos que tienen que oír de Cristo?  ¿Esas palabras de perdón que le debemos a alguien?  ¿Esa relación con Dios en segundo plano que debería estar en primer lugar?

  1. Cristo viene. No sabemos cuándo. ¿Qué deberíamos estar haciendo hoy, para no avergonzarnos en Su presencia mañana? (1 Juan 2:28)
  2. Si Jesús regresara hoy, ¿estarías satisfecho con tu relación con Él?

NPD/JDB