Lectura: 1 Juan 2:15-29
El sistema del mundo impío se erige como un enemigo contra el alma. David Wells define lo mundano de la siguiente manera: “lo que hace cualquier cultura, para que el pecado parezca normal y la justicia se mire extraña.”
Como creyentes, estamos en el mundo, pero hay que estar en guardia contra su influencia. Nos ganamos la vida en el mundo de los negocios, trabajos y tratos. Obtenemos nuestro aprendizaje en el mundo de la educación. Nos divertimos en el mundo del entretenimiento. Animamos a los equipos en el mundo del deporte. Participamos en las discusiones espirituales en el mundo de lo religioso. Al igual que el aire que respiramos, el mundo está en todas partes.
En un día de sol brillante cuando entras por primera vez a un auditorio oscuro, serás cegado por la oscuridad. Después de unos momentos la oscuridad parecerá aligerarse y se podrá ver de nuevo. Y en poco tiempo, se podrá ver normalmente. Esto se ocurrirá de nuevo cuando pases del auditorio a la luz del sol y te volverás a proteger tus ojos del brillo cegador que produce la luz.
Los seguidores de Jesús viven en un mundo en penumbra donde el pecado se ve atractivo y la justicia se mira monótona. Sin embargo, somos la gente de la luz. Debemos estar en guardia, para que no lleguemos a estar tan acostumbrados a la oscuridad de nuestra sociedad, al punto de pensar que nos parezca normal. En su lugar, tenemos que mantener nuestros ojos puestos en Jesús el cual declara a sí mismo lo siguiente: “Una vez más Jesús se dirigió a la gente, y les dijo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
1. El mundo y todo su sistema, intentan desviar nuestra mirada de la luz verdadera, vuelve tus ojos a Jesús nuestra luz.
2. La mundanalidad siempre intentará ocultar la luz de Cristo en tu vida.
NPD/HWR