Lectura: Juan 15:7-14

Santiago, un pequeño de 6 años, quería el juguete del superhéroe de moda que había visto anunciarse en su canal infantil preferido.

Un día mientras iba de compras por el centro comercial con sus hermanos, lo encontró en una de las jugueterías; ahí estaba, tenía la vestimenta y todos los accesorios que quería, era su juguete soñado, así que le dijo a su papá quien miraba otros juguetes: “Papi, quiero este juguete para mi cumpleaños, por favor, sí, tuve buenas notas este año y me he portado muy bien”.  Ya veremos le contestó el papá, y se fueron para la casa.

Santiago, estaba seguro que había convencido a su papá, y cuando llegó el día de su cumpleaños, se levantó temprano y fue a buscar sus regalos, y ahí se encontraba el juguete que había pedido; estaba completamente feliz, hasta que su hermano mayor le dijo: “Hiciste algo tonto al insistir por este juguete.  Papá te hubiera comprado uno mejor con más armas y cosas especiales, él lo estaba viendo justo cuando llegaste a rogarle para que te comprara ese más pequeño, y entonces cambió el grande por el pequeño que traías”.  De repente el juguete soñado ya no le parecía tan impresionante.

Muchas veces somos así con Dios, oramos por una situación en específico y hasta le sugerimos como queremos que nos responda; rogamos, suplicamos y en algunas ocasiones puede ser que Dios nos dé exactamente lo que le pedimos, a pesar de que Él tuviera planeado algo mucho más satisfactorio.

  1. Sé sabio al pedir algo a Dios, nunca con egoísmo; y cuando te lo dé o no, sé agradecido por lo que de gracia recibiste.
  2. La oración debe ser un canal de comunicación siempre abierto y de confianza entre Dios y tú, para que le cuentes y pidas lo que estás necesitando, siempre de acuerdo con Su voluntad y con la guía del Espíritu Santo (Romanos 8:26-27).

HG/MD

“Y el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios” (Romanos 8:27).