Lectura: Salmo 119:65-80

El conocido autor C.S. Lewis (1898-1963), en su libro “El problema del dolor”, nos cuenta lo siguiente: “Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla en nuestra conciencia, pero nos grita en nuestros dolores; es su megáfono para despertar a un mundo sordo”.

El sufrimiento es un gran maestro pues nos permite tener una perspectiva correcta de la vida e insta a escuchar lo que Dios quiere comunicarnos.  Por esta razón es que muchas personas indican que de las experiencias de la vida diaria podemos aprender grandes lecciones espirituales.


En nuestra lectura devocional en el libro de los Salmos, el salmista tenía un corazón dispuesto a aprender aun en el dolor.  Él lo veía como una parte del plan de Dios: “conforme a tu fidelidad me has afligido” (Salmo 119:75).

El profeta Isaías entendía que el sufrimiento es un proceso que nos ayuda a purificarnos: “He aquí que te he purificado, pero no como a plata; te he probado en el horno de la aflicción” (Isaías 48:10). Y Job, a pesar de todos sus lamentos, aprendió a través de sus pruebas sobre la soberanía y la grandeza de Dios (Job 40–42).


No somos, ni seremos los únicos en experimentar el dolor y las complicaciones de la vida.  Nuestro maravilloso Señor Jesús, estando en su condición humana padeció en su cuerpo toda la angustia que provoca el sufrimiento: “Pues para esto fueron llamados, porque también Cristo sufrió por ustedes dejándoles ejemplo para que sigan sus pisadas” (1 Pedro 2:21).

1. Aquel que experimentó en su cuerpo el dolor y cuyas manos llevan las cicatrices de los clavos, no nos abandonará jamás y nos dará el consuelo que necesita nuestra alma.
2. ¿Qué lecciones has aprendido del sufrimiento y el dolor? ¿Y esto cómo te ha ayudado a ser más sensible ante las necesidades de quienes sufren a tu alrededor?

HG/MD

“Pues para esto fueron llamados, porque también Cristo sufrió por ustedes dejándoles ejemplo para que sigan sus pisadas” (1 Pedro 2:21).