Lectura: Colosenses 1:19-23
La compra de una casa es toda una aventura, desde su búsqueda en páginas de bienes raíces o por medio de una agencia especializada en este tipo de negocios, hasta los primeros contactos con los dueños.
Visitamos diferentes casas, edificios, condominios, nuevas o usadas, pequeñas o grandes, con diferentes disposiciones: cuartos más grandes, salas lujosas o sencillas, jardines vacíos o llenos de color, baños blancos, rosados, en fin en el mercado hay todo tipo de opciones. Luego viene la negociación, que incluye compra y que cosas no: los muebles, electrodomésticos, o nada, en algunos casos nos gustaría que incluyeran los autos del garaje que en ese momento estaban estacionados.
Cuando se compra una casa puede ser que no se obtenga el paquete completo, el dueño la mayoría de las veces se llevará sus pertenencias, aunque también en oportunidades existe la opción de comprar algunas de ellas.
En la vida existen muchas cosas que tienen opciones de compra, pero ese no es el caso de nuestra fe en Jesús; cuando nuestro Señor pagó el precio que había por nosotros con su sangre preciosa, no sólo pagó por una parte de nosotros, el pago fue completo. Entonces, debemos preguntarnos sinceramente, ¿por qué en muchas ocasiones vivimos como si algunas partes de nosotros no le pertenecieran a Dios? Esto no es justo para Aquel que dio todo y que sufrió muerte de cruz por amor a nosotros.
Pablo lo describe de esta forma: “Pues han sido comprados por precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo” (1 Corintios 6:20).
- Jesús nos compró, debemos dejarle usar lo que Él con todo amor compró, para Su gloria.
- Jesús lo dio todo, Él merece nuestro todo.
HG/MD
“Pues han sido comprados por precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo” (1 Corintios 6:20).