Lectura: Judas 20-25

Una historia cuenta que una vez un rabí recibió en su casa a un viajero agotado por un largo viaje, y le brindó aquella noche un lugar donde recostar su cabeza y algo de comida.

Luego de hablar con su huésped, se dio cuenta que tenía casi 100 años de edad, así que el rabí aprovechó para hablar de muchos temas, entre ellos sus creencias religiosas.  El anciano le contó que era ateo, y enfurecido el rabí le ordenó que se fuera de su casa, diciéndole: “No puedo tener en mi casa a un ateo”. Sin decir nada más, el anciano salió cojeando de la casa nuevamente hacia la dura oscuridad.

De inmediato, el rabí se fue a leer las Escrituras para ver si podía olvidar aquella situación, pero algo dentro de él comenzó a recriminarle; pensó para sí: ¿Por qué echaste al anciano?

Se respondió: “Porque es ateo, y no creo poder soportar en mi casa a una persona que no crea en Dios”.

En ese momento sintió en su interior una voz que le decía: “Yo lo he soportado por casi 100 años”.  Al pensar en esto el rabí salió corriendo a buscarlo, y lo trajo de vuelta, se disculpó y lo trató con amabilidad.

Cuando tratamos con desprecio a personas que no creen en Dios, no estamos sirviéndole.  Dios quiere que amemos a esas personas como Él nos amó antes de conocernos, aun cuando estábamos en pecado (Efesios 2:1-5).  En el libro de Judas encontramos también las siguientes palabras: “consérvense en el amor de Dios, aguardando con esperanza la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. De algunos que vacilan tengan misericordia; a otros hagan salvos arrebatándolos del fuego; y a otros ténganles misericordia, pero con cautela, odiando hasta la ropa contaminada por su carne” (Judas 21-23). Podemos amar a los pecadores al tiempo que aborrecemos el pecado.

  1. La abundante misericordia de Dios para con nosotros, debe ser suficiente motivación para que le mostremos misericordia a otros.
  2. Es mejor amar y demostrarlo con hechos, que decir mil palabras de amor vacías.

HG/MD

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia” (Mateo 5:7).