Lectura: Mateo 6:25-34

Las compañías aseguradoras ganan millones de dólares cada año, y todo esto se debe a que están en el negocio de la “incertidumbre”.  Pongámonos a pensar por un minuto, en todos los posibles acontecimientos por los cuales nos hemos preocupado en nuestra estancia en este mundo; se dice que hasta el 90% de ellos nunca nos sucederán.

Algunos se preguntarán: “Entonces, ¿para qué preocuparnos?”  A pesar de que como creyentes confiamos en que la gracia de Dios nos acompaña siempre, esto no significa que vayamos por la vida de forma poco sensata; en estos días de pandemia se nos ha dicho que debemos cumplir con ciertas normas básicas de cuidado personal y de protección para los que más queremos, y está muy bien que como creyentes seamos obedientes a esas normas (Romanos 13:1-7).

Sin embargo, existe una gran diferencia entre una preocupación necia y una preocupación cuidadosa por nuestro futuro.  Para superar nuestras preocupaciones, debemos enfrentar nuestros problemas y responsabilidades presentes y futuras con fe, confiando en que Dios nos dará Su gracia y provisión.

Algunas personas miman sus problemas de la misma forma que una mamá mima a su bebé, los acarician, mecen, abrazan, lloran y se aferran a ellos si tratas de quitárselos.  Este tipo de persona quiere que te inquietes, que apoyes sus creencias o mejor dicho ocurrencias; su excesiva preocupación las vuelve personas normalmente egoístas, pasan pensando en sus pequeños problemas y nunca hay cabida o respaldo para los problemas de los demás.

  1. ¿Estás atormentado por los temores y las ansiedades del día a día y del futuro?  En lugar de seguir alimentando esos temores, afróntalos, sé una persona responsable, sé obediente, sopórtate en otros, ayuda a los demás en la medida de tus posibilidades y sobre todo deposita tus miedos e inquietudes en Dios, tal como lo dice el Salmo 55:22.
  2. Cuando depositamos nuestros temores en manos de Dios, Él llena con su paz nuestros corazones.

HG/MD

“Echa tu carga sobre el Señor, y Él te sostendrá. Jamás dejará caído al justo” (Salmos 55:22).