Lectura: Salmos 102:3-12

La Biblia usa imágenes vívidas para expresar la brevedad de nuestra vida en la tierra. Job dijo que sus días eran “más ligeros que un corredor” y que “se deslizan como barcos de juncos” (Job 9:25-26).

Recuerdo que predicaba en el servicio fúnebre de una madre joven. Desde donde estaba de pie podía ver las Montañas Rocosas que descollaban sobre el horizonte en el oeste. La escena me animó a considerar cómo un día yo seguiré a esa amiga a través del valle de sombra de muerte, y sin embargo, esas cumbres seguirán clavándose hacia el cielo. Al final caerán deshaciéndose hasta hacerse polvo, pero el Dios que las hizo existirá para siempre en una gloria que no disminuirá. También recuerdo que pensé que, por la gracia de Dios, mi amiga fallecida y yo viviremos con Él por los siglos de los siglos.

Siempre que nos sintamos atribulados por lo corto de la vida y la impermanencia de todo en el mundo, recordemos al Hacedor de las montañas. Él siempre ha sido y siempre será. Como dijo el salmista, “Mas tú, SEÑOR, permaneces para siempre” (102:12).

Esa verdad nos inspira con esperanza. Si por fe le pertenecemos a Jesucristo el Salvador, quien es de eternidad a eternidad, un día nos regocijaremos en el cielo en alabanza sin fin a Él.

1. ¿Crees en el Hacedor de montañas?  ¿Por qué no le tienes más confianza y le entregas tu vida o las áreas en las que te sientes vulnerable?

2. El Hacedor de montañas, fue el mismo que te vio en el vientre de tu madre y te escogió para fueras su hijo.  ¿No te cuidará, cuando estés desvalido, desanimado o simplemente un poco deprimido?  ¡Confía en tu Creador, Él te hizo!

“Sin embargo, Dios me había apartado desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia. Cuando él tuvo a bien” – Gálatas 1:15

NPD/VCG