Lectura: Juan 15:7-11

Sin lugar a dudas el mundo nos ofrece muchísimos placeres de naturaleza temporal, tal como lo indica (Hebreos 11:25).  Mientras tanto, Jesús nos ofrece un gozo pleno y duradero (Juan 15:11). 

El placer siempre dependerá de las circunstancias, mientras que el gozo es interno y prácticamente nunca se ve afectado por el entorno en el que nos encontramos; el placer siempre será cambiante, pero el gozo es siempre constante, pero ¿a qué se debe esto? Ocurre porque los deleites del mundo por lo general tienen como consecuente la depresión, en tanto que el gozo verdadero está fundamentado en Jesús, quién es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebreos 13:8).

Para que el placer continúe, debemos recurrir constantemente a estímulos repetitivos, debido a que el placer es efímero, su disfrute es momentáneo, no se deja atrapar; mientras que el gozo proviene de Dios mismo y una vez que nos ha visitado, no nos abandona.

El placer busca solamente lo suyo, el gozo se basa en el sacrificio; es un hecho que mientras más vivimos sólo para nosotros mismos, más vacíos nos sentimos.  Puede ser que un poco de placer nos proporcione felicidad momentánea; pero mañana necesitaremos un poco más para sentir lo mismo que sentimos hoy, y ese comportamiento irá incrementándose día con día.  Sin embargo, con el gozo sucede todo lo contrario, en la medida que comprendemos que es mejor dar que recibir, mayor será nuestro gozo; en la medida que nos centramos en las necesidades de otros, encontraremos mayor realización ya que nuestra relación creciente con el Señor, busca siempre que nos parezcamos más a Él en Su carácter y prioridades.

1. Sólo cuando ponemos nuestra mirada en Jesús, encontramos el gozo permanente.

2. Si quieres un gozo permanente, debes poner a Cristo en el primer lugar de tu vida.

HG/MD

“Estas cosas les he hablado para que mi gozo esté en ustedes y su gozo sea completo” (Juan 15:11).