Lectura: Hechos 9:11-28

Una vecina nuestra se asustó una vez que dos hombres entraron en su casa sin ser invitados. Ella gritó. Afortunadamente, los hombres salieron corriendo. Sin embargo, nadie la acusaría de no ser hospitalaria. Cuando uno entra en la casa de alguien entra bajo las condiciones de esa persona.

Muchas veces olvidamos que el mismo principio se aplica cuando queremos entrar en la presencia de Dios. Esto quedó claramente establecido en la “casa de los símbolos”, del Antiguo Testamento, mejor conocida como el Tabernáculo (Ex.25-27). Su construcción y la disposición de los objetos que había en él, era para enseñarles a las personas de esa época y a nosotros que cuando uno entra en la presencia de Dios, lo hace bajo Sus condiciones.

Por ejemplo, consideremos el altar de bronce para el sacrificio (Éxodo 27:1-8). El bronce en las escrituras simboliza el juicio divino por el pecado. El sacrificio de corderos y machos cabríos sobre el altar eran un símbolo de los resultados del pecado. La muerte inmisericorde de animales inocentes señalaba a un sustituto futuro: el Cordero de Dios, sin pecado. Cuando Cristo murió en la cruz del calvario, Su sacrificio fue más que adecuado para expiar el pecado de todo el mundo (Juan 1:29).

La única forma de acercarse a Dios es bajo sus condiciones. Hemos de recibir el perdón que Él nos ofrece por medio de Cristo.

  1. ¿Has aceptado a Cristo, el Cordero de Dios, como tu Salvador y Señor?
  2. Cristo te recibirá, si le crees.

NPD/MRD