Lectura: Colosenses 3:1-17
Un soleado día de verano, subí a una colina cerca de mi casa. Cuando llegué a la cima, me tumbé en la hierba para relajarme.
Volví la cabeza hacia un lado, y mis ojos se centraron en algunos hilos de hierba a pocos centímetros de mi cara. Este enfoque de corto alcance no sólo tenso mis ojos, además provocó que mi visión estuviera borrosa como si trataba de ver algo más allá de la punta de mi nariz. Luego de esto pude ajustar el enfoque de mis ojos y luego pude divisar en la lejanía el cielo con sus nubes y sus tonos celestes.
Me di cuenta de que podía cambiar mi punto de vista acercándolo o alejando a voluntad. La opción era mía.
En la lectura bíblica de hoy, el apóstol Pablo hizo hincapié en que los seguidores de Cristo deben tener una mente celestial, no terrenal (Colosenses 3:1-2). Y que podemos elegir entre ambas, ¿cuál prevalece sobre la otra?
Podemos sucumbir a los pensamientos terrenales egoístas, desdibujando nuestra visión y haciendo que no podamos ver más allá de nuestras narices. O podemos mirar a través de esta escena pecaminosa y fijar nuestra atención en las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios y nosotros con Él. Entonces, y sólo entonces, estamos en una posición que nos permite ver qué es lo más importante en la vida.
Sólo la mente que se centra en las cosas de arriba, puede decir no al pecado y sí a la santidad de Cristo. La elección es nuestra.
- Esta puede ser tu petición en este día: “Señor ayúdame a orar, a confiar en ti; y no permitas que traicione tu confianza, hoy quiero confiar en Ti.
- La única manera de ver la vida es claramente a enfocarse en Cristo.
HG/MD
“Ocupen la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2).