Lectura: Lucas 24:13-35

Un equipo de futbol escolar había iniciado su temporada esperanzado en revalidar el campeonato que habían conseguido el verano anterior; sin embargo, este año fue diferente, su entrenador se enfermó severamente y estuvo hospitalizado la mayor parte de la temporada, pese a ello el equipo logró llegar incluso a las semifinales. Todo marchaba bien hasta que perdieron por un gol, los niños lloraron amargamente pues habían puesto todo de sí para ganar, estaban jugando teniendo en mente a su entrenador, pero el campeonato se había perdido.

Cuando nuestros sueños y deseos se destruyen, nuestros corazones se quiebran.  En esos momentos podemos sentir que todo está perdido y que el esfuerzo no ha valido de nada, pero ahí es cuando necesitamos el toque de Dios para que abra nuestros ojos y podamos entender que Él tiene un plan perfecto para nosotros.

Habían pasado algunas horas desde que el Señor fue crucificado y había resucitado, cuando se unió a dos discípulos que iban de camino a Emaús; por supuesto, estaban afligidos por su muerte “Nosotros esperábamos que él fuera el que habría de redimir a Israel” (Lucas 24:21).  Le dijeron esto a Jesús, sin darse cuenta de con quien estaban hablando.  Jesús les respondió: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?”  Luego de esto se dieron cuenta que estaban conversando con el mismo Jesús, ¡estaba vivo!

  1. Jesús está vivo y esperando que lo reconozcas.
  2. Los dolores del presente pueden conducir a ganancias inmensas, si están alineadas a la voluntad de Dios.

HG/MD

“Sin embargo, grande ganancia es la piedad con contentamiento.” (1 Timoteo 6:6).