Lectura: Levítico 16:1-22
En nuestra lectura devocional leímos la interesante costumbre del día de la expiación, la cual consistía en que el Sumo Sacerdote buscaba entre todo el pueblo, dos machos cabríos sin defecto. Luego se echaban suertes sobre los animales, y uno servía como sacrificio ante el altar; su sangre se derramaba sobre el propiciatorio como sacrificio por el pecado del pueblo.
El segundo, llamado también chivo expiatorio, representaba otra gran verdad. El sacerdote colocaba ambas manos sobre la frente del chivo y luego de presentarlo vivo ante el Señor y confesar los pecados del pueblo, lo dejaba ir al desierto. Al perderse entre la bastedad del desierto para nunca más volver, simbólicamente estaba representando que se llevaba consigo los pecados de Israel. Literalmente desaparecían. Luego de esto el pueblo estaba reconciliado con Dios. Ese chivo era un sustituto.
Ambos chivos proyectaban una sombra de lo que vendría, representaban el sacrificio futuro de Jesús. En la cruz Él llevó nuestros pecados y murió debido a ello, dio Su vida para darnos vida eterna; pero Su sacrificio también fue sustitutivo y suficiente, por lo tanto, nuestros pecados han sido borrados totalmente.
1. Los dos machos cabríos representaban dos verdades: Sacrificio y sustitución. Ambos se cumplieron en Jesús cuando murió en la cruz, al brindarnos la expiación completa por nuestros pecados. ¡Gloria sea a Dios!
2. Nuestro Señor y Salvador Jesús, tomó nuestro lugar muriendo para luego resucitar y darnos vida eterna.
HG/MD
“Por tanto, era preciso que en todo fuese hecho semejante a sus hermanos a fin de ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en el servicio delante de Dios, para expiar los pecados del pueblo” (Hebreos 2:17).