Lectura: Josué 14:6-15
De lunes a viernes Santiago trabaja dando clases en una pequeña escuela rural unidocente, donde su tarea es enseñar de la mejor manera posible a niños de diferentes edades para que puedan graduarse de primaria, mientras que los fines de semana, cada vez que puede, emprende un viaje que lo lleva a visitar aldeas lejanas para compartir la Palabra de Dios.
Lo han amenazado varias veces, ha tenido que dormir al aire libre y ha sufrido un par de percances automovilísticos en sus viajes. También lo han echado de algunos pueblos, pero él afirma que Dios lo ha llamado para que realice esta tarea y lo hace con mucha alegría. Él cree firmemente que las personas necesitan oír del evangelio de nuestro Señor, y está confiado en que Dios lo acompaña y fortalece en todas sus aventuras.
La fidelidad de este hombre sin lugar a duda inevitablemente me recuerda a Josué y Caleb, dos de los hombres a quienes Moisés envió a explorar la tierra prometida para informar a los israelitas (Números 13; Josué 14:6-13). El resto de sus compañeros regresaron aterrorizados con lo que vieron: ciudades amuralladas, ejércitos poderosos y hasta gigantes, pero este par de hombres eran muy diferentes, ellos confiaban en Dios y estaban convencidos de que Él los ayudaría a conquistar la tierra.
La obra que se nos ha encomendado quizá sea diferente a la de Santiago o la de Josué y Caleb, pero nuestra confianza en Dios debe ser igual que la de ellos. Para alcanzar a otros no dependemos de nosotros mismos, sino del poder de nuestro Dios.
- Debes ser fiel donde Dios te ha llamado a servirle.
- La dependencia de Dios es imprescindible en nuestro andar de fe.
HG/MD
“Si alguien habla, hable conforme a las palabras de Dios. Si alguien presta servicio, sirva conforme al poder que Dios le da, para que en todas las cosas Dios sea glorificado por medio de Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 4:11).
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