Lectura: Santiago 3:1-12

Domar a un caballo salvaje es todo un reto del que no siempre se obtienen los mejores resultados. De hecho, hasta se han realizado películas sobre la dificultad de domar a este tipo de animales que algunos catalogan como indomables.

Tomando lo anterior como referencia, ¿Cuántos nos sentimos igual en la lucha por domar a nuestra “indomable” lengua?  Es por ello, que el autor del libro de Santiago, compara esa lucha con la analogía del freno en la boca de un caballo o el timón de un barco (Santiago 3:3-5).  Y es por esa dificultad que luego agrega el siguiente comentario: “De la misma boca salen bendición y maldición. No puede ser, hermanos míos, que estas cosas sean así” (v.10).

Entonces, ¿cómo podemos refrenar a nuestra lengua?  El apóstol Pablo nos da algunos consejos muy valiosos: 1. Decir solamente la verdad (Efesios 4:25), ser consciente y darse cuenta cuando estamos a punto de lastimar a otros para no hacerlo.  2. No decir palabras vulgares o insolentes (Efesios 4:29).  3. No permitir que de nuestra boca salga basura (Efesios 4:31).

Pero ¿esto es fácil de hacer? Yo diría que por nuestros propios medios es imposible. Nunca debemos de intentarlo solos; gracias a Dios el Espíritu Santo nos acompaña (Lucas 12:12; Juan 14:26).

  1. Ayúdanos Señor a domar nuestra lengua.
  2. Recuerda, esta es una batalla perdida si el Señor no está siempre a tu lado.

HG/MD

“Por lo tanto, habiendo dejado la mentira, hablen la verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4:25).