Dolores

por | May 2, 2013 | Devocionales | 0 Comentarios

Lectura: Hechos 24:16

El Dr. Paul Brand, quien servía como médico misionero en la India, contó acerca de los leprosos que tenían deformidades terribles debido a que sus terminaciones nerviosas no podían sentir dolor. No dolía cuando pisaban el fuego o se cortaban el dedo con un cuchillo, así que dejaban sus heridas sin atender. Esto llevaba a la infección y la deformidad.

El Dr. Brand construyó una máquina que pitaba cuando entraba en contacto con el fuego u objetos cortantes. Actuaba como una señal de advertencia de herida ante la ausencia del dolor. Pronto, las máquinas se sujetaban a los dedos y los pies de los pacientes. Eso funcionaba hasta que éstos querían jugar baloncesto. Se quitaban las máquinas, y a menudo se volvían a herir sin saberlo.

Al igual que el dolor físico a nuestros cuerpos, nuestra conciencia nos alerta del daño espiritual. Pero el pecado habitual e impenitente puede adormecer la conciencia (1 Ti. 4:1-3). Para mantener una conciencia limpia, tenemos que responder al dolor de la culpa apropiada por medio de la confesión (1 Juan 1:9), el arrepentimiento (Hechos 26:20), y la restitución a los demás (Lucas 19:8). Pablo podía decir con confianza: “Yo también me esfuerzo por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres” (Hechos 24:16).

  1. Al igual que él, no debemos adormecernos ante el doloroso recordatorio de Dios del pecado sino permitir que produzca en nosotros un carácter piadoso.
  2. Se ha dicho innumerables ocasiones que es conveniente tener amigos creyentes que nos ayuden a identificar cuando estamos cometiendo un error en nuestras vidas o cuando nos acercamos más de lo debido a situaciones en potencia inconvenientes para nuestras vidas en Cristo.  ¿Tienes un amigo(a) alarma?

9 Es mejor ser dos que uno, porque ambos pueden ayudarse mutuamente a lograr el éxito. 10 Si uno cae, el otro puede darle la mano y ayudarle; pero el que cae y está solo, ese sí que está en problemas. 11 Del mismo modo, si dos personas se recuestan juntas, pueden brindarse calor mutuamente; pero ¿cómo hace uno solo para entrar en calor? – Eclesiastés 4:9-11(NTV)

NPD/HDF

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