Lectura: Colosenses 3:1-11

Hace algunos años leí esta frase en un libro de administración de empresas: “El valor del líder es directamente proporcional a sus valores”.  Por algún tiempo estuve pensando en las implicaciones de esta declaración, y el principio detrás de esta frase me impactó.

Lo que realmente valoramos, termina moldeando nuestro carácter, y con el tiempo también influirá en el tipo de persona que llegaremos a ser; esto no sólo aplica para el mundo empresarial sino también para nuestra fe.

Al creyente en Jesús, los valores y principios que encontramos en las Escrituras lo definen como discípulo de Cristo.  Pablo lo escribió de esta forma a los creyentes en la ciudad de Colosas: “Ocupen la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2).

Como creyentes, nuestros valores deben ser moldeados por lo eterno, no por lo temporal, solamente así seremos embajadores eficaces en este mundo (2 Corintios 5:20).  Debemos entender que tan sólo somos peregrinos, no turistas, sólo así tendremos una perspectiva clara y un corazón que no se deja influenciar por las cosas de este mundo, sirviendo al Señor de manera eficiente.

Se ha dicho que vivimos en un mundo que sabe el precio de todo, pero el valor de nada. No obstante, en esta sociedad del «aquí y ahora», los seguidores de Cristo somos llamados a desarrollar nuestros valores en función de lo que dura para siempre.

  1. Podemos decir que la eficacia de un creyente es directamente proporcional a sus valores, mostrando con su vida, el carácter y prioridades de Cristo (1 Corintios 11:1).
  2. Aferrémonos poco a lo temporal y mucho a lo eterno.

HG/MD

“Ocupen la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2).