Lectura: Romanos 12:9-21

En los primeros días de la televisión, hubo un show de comedia popular conocido por sus bromas rebuscadas. Entre el elenco de personajes estaba un hombre corpulento que tenía la mala costumbre golpear a la gente con el dedo.  Finalmente uno de los otros personajes ya no pudo soportarlo.

“Estoy harto de él”, le comentó a un amigo. “Voy a llevar un cartucho de dinamita en el bolsillo mi chaleco, y la próxima vez que me ponga un dedo encima, le voy a prender el cartucho en su mano para arrancársela.”

Tener un sentimiento de venganza tal como se evidencia en la historia, es como tener un cartucho de dinamita escondida en tu bolsillo.  Tal actitud volátil puede provocar explosiones que no sólo pueden hacer un daño irreparable a los demás, y a ti mismo.

En el Sermón del Monte, Jesús advirtió a su audiencia acerca de los efectos dañinos de la ira (Mt. 5:23-24).  Pablo instó a sus lectores al escribir: “Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia.”  (Ef. 4:31). Y Dios dice: “Mía es la venganza; yo pagaré”, (Rom. 12:19).

Cuando te enojes por las acciones desconsideradas o maliciosos de otros, satura tu dinamita emocional con la oración.  Pide al Espíritu Santo para que te ayude a olvidar cualquier pensamiento de venganza y te ayudará a: “vencer el mal con el bien” (v. 21).

1. Ora diez veces antes de hablar una sola palabra que pueda herir a otro.

2. La venganza es un arma de doble filo, que hiere a quién la ejerce.

NPD/VCG