Lectura: Romanos 1:8-17
Una familia no estimó bien el monto que tenía que pagar por sus compras de comestibles. Así que cuando el cajero terminó de pasar los artículos por la caja registradora, la suma total superó en un 20% el presupuesto y la cantidad que traían en efectivo, y ese día no habían llevado sus tarjetas.
Entonces, ocurrió algo poco frecuente, la persona que estaba detrás de ellos en la línea de las cajas los vio preocupados por aquella situación y le indicó a la cajera que pasara la cantidad adeudada a su factura; además, este hombre se negó modestamente a darle a la familia su nombre y teléfono para que ellos pudieran realizar la devolución del dinero.
Unos días más tarde, en el programa informativo local en línea, se informó que una organización de caridad había recibido un cheque por la misma cantidad que había sido abonada a la cuenta del supermercado aquel día; tenía la siguiente nota: “Esta donación es por el hombre que me ayudó a salir de una situación difícil. Y se me ocurrió la idea de darles a ustedes este dinero en agradecimiento a él”.
Esta situación ilustra un principio espiritual vital. Debemos sentir la obligación de transmitir a los demás las atenciones que nos han exonerado a nosotros. Así es como el apóstol Pablo respondió a la misericordia de Dios. Por supuesto, él nunca hubiera podido pagarle al Señor por su salvación, pero eso no le impidió mostrar abiertamente su gratitud. A causa de lo que había recibido, mostró la más alta clase de caridad y amor al prójimo al compartir el evangelio.
No pensemos que, porque no podemos pagarle a Dios por salvarnos no le debemos nada. Tenemos una deuda de amor con Él para siempre, y lo menos que podemos hacer es mostrarle nuestro aprecio compartiendo con otros su mensaje y acerca del regalo de perdón que ofrece a todas las personas que deciden aceptarlo.
- Gracias Señor por mantenernos seguros en tu mano y velar por nuestro bien.
- Esta semana realiza intencionalmente un acto desinteresado por otra persona y comparte con alguien sobre el regalo de amor de Cristo.
HG/MD
“Porque si anuncio el evangelio, no tengo de qué jactarme, porque me es impuesta necesidad; pues ¡ay de mí si no anuncio el evangelio!” (1 Corintios 9:16).
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