Lectura: Salmos 71:1-21
Todos los niños están desesperados por crecer, se ilusionan con el futuro y las aventuras que tendrán, sueñan con llegar a ser bomberos, doctores, policías, ingenieras, directoras de empresas, astronautas, maestro, etc. Lo más irónico es que cuando los años se agolpan sobre nuestros hombros, nuestra percepción cambia y empezamos a mirar nuestros años de infancia con nostalgia.
Nuestro Señor desea que aceptemos las diferentes etapas de nuestra vida con gozo, tal como se nos presentan sea cual sea nuestra edad. Dios puede usarnos de acuerdo con nuestras posibilidades y nos brinda las herramientas para soportar las pruebas, dándonos la fortaleza para soportarlas y aprender de ellas.
Una mujer que se enfrenta a las dificultades de envejecer, le preguntó a un maestro de la Biblia: ¿Por qué Dios permite que envejezcamos y nos debilitemos? Él le contestó de la siguiente forma: “Creo que Dios ha planeado que la fortaleza y la belleza de la juventud sean físicas, pero la fortaleza y la belleza de la ancianidad sean espirituales. Poco a poco perdemos la fortaleza y belleza que son temporales, y nos concentramos en mejores virtudes que duran para siempre. De esta forma estaremos dispuestos a dejar nuestra parte temporal que se deteriora y empezaremos a extrañar de verdad nuestro hogar eterno. Si permaneciéramos jóvenes, fuertes y hermosos, tal vez nunca querríamos irnos”.
- Si estás en la primera de tu vida, confía en que Dios hará realidad tus sueños en su tiempo. ¿Estás en el verano o el otoño de tu vida? Enfrenta los desafíos diariamente. Y si estas en el frío invierno de tu existencia, acércate más a Dios. Recuerda que la presencia del Señor, hará que cada una de las estaciones de tu vida, sea hermosa y fuerte.
- No te desesperes, sea cual sea la etapa que estás viviendo, tu relación con Dios y tu actitud hacia la vida marcarán la diferencia.
HG/MD
“Por ti he sido sustentado desde el vientre; tú eres quien me sacó del seno de mi madre. Siempre será tuya mi alabanza” (Salmos 71:6).