Lectura: Salmo 131:1-3

La vida es como una empresa en la cual pareciera que siempre quedan más cosas por hacer, lugares a donde ir y personas a quienes conocer. Y aunque a nadie le gusta una vida sin nada significativo que hacer, el ritmo vertiginoso también amenaza con robarnos la tranquilidad que necesitamos.

Es similar a conducir un automóvil, las señales en la calle nos indican que debemos detenernos o reducir la velocidad, nos recuerdan que, para estar a salvo, no podemos tener el pie sobre el acelerador todo el tiempo. Ciertamente, precisamos de esa clase de recordatorios en todos los aspectos de la vida.

El salmista conocía perfectamente la importancia de los momentos de silencio y de calma. Dios mismo dio el ejemplo de “reposar” en el último día de su creación.  Además, aunque Jesús tenía más mensajes para predicar y personas para sanar, también solía apartarse de las multitudes y descansar un poco (Mateo 14:13; Marcos 6:31). El Señor sabe que no es sensato seguir acelerando toda la vida, cuando el indicador del combustible corporal dice constantemente “agotado”.

  1. ¿Cuándo fue la última vez que te hiciste eco de las palabras del salmista: “he sosegado y acallado mi alma” (Salmo 131:2)?  Debes colocar un cartel de “parar” en la intersección de tu ajetreada vida.  Busca un lugar para estar a solas con Dios cada día.
  2. Desconéctate de las distracciones que te impiden escuchar la voz de Dios a través de su Palabra.  Deja que renueve tu corazón y tu mente con la fortaleza necesaria para vivir una vida para su gloria.

HG/MD

“Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo los haré descansar” (Mateo 11:28).