Lectura: 1 Samuel 12:19-25
En la lectura devocional nos encontramos con la historia de cuando los israelitas se reunieron en Gilgal, con ocasión de la coronación de Saúl como su “primer” rey (1 Samuel 11:15). Por supuesto, el Señor no estaba complacido de que Su pueblo hubiera pedido un “rey”; pero aun así el profeta Samuel dijo lo siguiente: “Pues el Señor no desamparará a su pueblo, por causa de su gran nombre; porque él ha querido hacerlos pueblo suyo” (1 Samuel 12:22).
Si hemos puesto nuestra confianza en Jesús como nuestro Señor y Salvador, también somos: “pueblo suyo”. Si hemos confiado en Jesús como Salvador, nosotros también somos un “pueblo adquirido” (1 Pedro 2:9). Al pensar en este principio, podemos estar seguros de que el Señor no nos desamparará, aunque es consciente de que le fallaremos. Dios sabe cómo somos: pecadores, débiles y frágiles. Y de hecho ya lo sabía antes de llamarnos y atraernos hacia Él. La seguridad de nuestra salvación no depende de nosotros, sino del carácter de Dios (1 Juan 5:20). Él nos guardará hasta el fin.
Por supuesto, esto no es excusa para seguir pecando. Pablo lo expuso de la siguiente forma: “¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él?” (Romanos 6:2). Lo que debemos comprender es que las malas decisiones que tomamos, sin lugar a dudas afectan la reputación de Dios, nuestro testimonio en el mundo y nuestra comunión con Él, lo cual no es bueno.
El pecado siempre tendrá consecuencias en este mundo, aunque Dios nunca rechazará a quienes hemos depositado nuestra fe y esperanza en Jesús, ya que somos Su pueblo. Podemos estar seguros de que la promesa de Dios es verdadera: “Nunca te abandonaré ni jamás te desampararé” (Hebreos 13:5).
- Podemos descansar seguros; a quienes Dios salva, también los guardará, todo esto debido a que Él es el Dios verdadero.
- Si aún no has depositado tu fe en Él, hoy puede ser un buen día para que formes parte de Su pueblo, no esperes más.
HG/MD
“Sean sus costumbres sin amor al dinero, contentos con lo que tienen ahora porque él mismo ha dicho: Nunca te abandonaré ni jamás te desampararé” (Hebreos 13:5).