Lectura: Salmo 77:11-20

En una exhibición de perros de pastoreo, presentaron a un perro Border Collie; su entrenador explicó que hacía muchos años los pastores tenían que cuidar a sus ovejas de los animales salvajes, ya que son sumamente vulnerables a sus ataques.

Siguió diciendo que la mayor defensa natural de las ovejas es permanecer juntas formando un grupo apretado, por lo tanto, “una oveja solitaria es una oveja muerta”, sentenció el entrenador, así que la principal labor de este tipo de perros ovejeros, es mantenerlas juntas mientras su pastor las guía.

El principio bíblico de Dios como nuestro pastor, es un recordatorio muy real de cuanto nos necesitamos unos a otros, tal como lo explicó el salmista: “hizo que su pueblo partiera cual manada y los llevó por el desierto cual rebaño. Los guio con seguridad para que no tuvieran miedo; y el mar cubrió a sus enemigos” (Salmo 78:52-53).

Como parte del gran rebaño de Dios, los creyentes estamos bajo su mano instructora y guardiana, así como de la seguridad que nos brinda la presencia protectora de los demás que componen el Cuerpo de Cristo; al ser parte de él, cada uno de nosotros también tiene la responsabilidad de brindar la seguridad que los demás necesitan.

  1. Nuestro deber es proporcionar a otros la seguridad que Cristo nos brinda a través de su presencia.  Recuerda: una oveja solitaria es una oveja muerta.
  2. El “yo” debe dar lugar al “nosotros”, ya que como grupo es más sencillo cumplir con nuestro llamado al contar con personas con dones que se complementan.

HG/MD

“El Señor es mi pastor; nada me faltará” (Salmos 23:1).