Lectura: Colosenses 4:1-6

En un grupo de estudio bíblico entre personas privadas de libertad, estaban estudiando la oración que Jesús hizo y que encontramos en Mateo 6:9-13, mejor conocida como el Padre Nuestro.

Esta oración inicia con las palabras: “Padre nuestro”, lo cual es interesante pues Jesús estaba dirigiendo esta oración a un pueblo que creía ser “linaje de Dios” (Hechos 17:28-29); pero, una cosa es ser una criatura de Dios y otra muy diferente es llegar a ser su hijo o hija. La única forma en que eso ocurre es cuando colocamos nuestra fe y esperanza en la obra redentora del único Salvador y Señor Jesús (Romanos 8:14-17).  Solamente entonces una criatura pecadora (Romanos 3:23) llega a convertirse en un hijo o hija del Padre Celestial, tal como lo dice Juan 1:12 “Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios”.

Mientras estudiaban esta profunda verdad, uno de los hombres dijo: “Déjenme decir algo” y dijo a continuación: “¡Escuchen! Dios nos hizo, ¿verdad?  Pero eso no significa que no vamos a ir al infierno, y más nosotros que con nuestros hechos hemos demostrado que somos malos y desobedientes, por eso estamos aquí detrás de estas rejas.  Y eso es lo justo, pero también afuera hay quienes se creen buenas personas, y son igual de culpables que nosotros, todos hemos pecado, y solo tenemos una opción para poder llegar a ser hijos de Dios.  Lo único que necesitamos es depositar nuestra confianza en Jesús.  Sino lo han hecho, más vale que lo hagan ahora”.  Al terminar la lección, muchos de los que aún no habían puesto su fe en Jesús, empezaron a seguirlo.

Al leer esta historia, debemos aprender que a la hora de presentar el evangelio debemos usar términos sencillos y fáciles de comprender, para que las personas conozcan cual es la voluntad de Dios para sus vidas: llegar a ser sus hijos o hijas.

1. No importa a quien le estés presentando el evangelio: a un prisionero, trabajador, a una ama de casa, un profesional o estudiante; no importa quien sea debemos usar palabras simples, pidamos a Dios que nos guie para articular las palabras que esa persona necesita, palabras de vida eterna (Colosenses 4:4).

2.    La verdad del evangelio es más clara que el agua, pero muchas veces es presentada de una forma turbia, confusa y difícil comprender.

HG/MD

“Oren para que yo lo presente con claridad, como me es preciso hablar” (Colosenses 4:4).