Lectura: Salmos 33:1-5
Caminaba por una calle más o menos transitada, escuchando la música de una de mis bandas favoritas, la escuchaba a un volumen moderado por medio de mis audífonos con tecnología inalámbrica; por un momento me olvidé que estaba en medio de la calle y empecé a tararear la canción, y luego sin darme cuenta canté en voz alta.
En ese momento un grupo de jóvenes que estaba hablando en una esquina empezó a verme de forma curiosa, sin duda no podían escuchar lo que estaba oyendo, pero les hacía mucha gracia mi conducta.
Luego de esta experiencia, pensé en ese cántico nuevo que Dios ha puesto en cada uno de los corazones de quienes le han empezado a seguir como Señor y Salvador, este es un canto que ha venido de Dios mismo, y dice que Él nos ama y nos ha librado del dominio del pecado (Colosenses 1:13) “y juntamente con Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales” (Efesios 2:6).
La siguiente vez que estés deprimido o desalentado, piensa por un segundo en la bondad del Señor, en que tenemos el gran privilegio de servirle y compartir con otros las maravillas que Dios tiene para los que aman su venida (2 Timoteo 4:8).
- La obra de Dios en nuestra vida pone un cántico nuevo en nuestro corazón.
- Pero, no te quedes con ese canto de vida en tu corazón, compártelo con otros.
HG/MD
“Ellos entonaban un cántico nuevo, diciendo: “¡Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos! Porque tú fuiste inmolado y con tu sangre has redimido para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación.” (Apocalipsis 5:9).