Lectura: Tito 3:1-8
Tengo unos vecinos a quienes les encanta la jardinería, su pasión por este pasatiempo es extraordinaria y es un espectáculo visitar sus hermosos jardines… me inspiran, me hacen desear crear algo igualmente precioso en mi propia casa. Pero, como todo en la vida, pasar de la etapa de inspiración a la de transpiración es algo que muchas veces me impide tener un jardín como el que desearía tener. Lo que yo considero como mis grandes ideas, muchas veces no se hacen realidad porque no dedico ni el tiempo ni la energía necesarios para concretarlas.
Desgraciadamente, esto también es algo común en nuestras vidas espirituales, en algún momento todos hemos oído testimonios de personas que trabajan para la obra de Dios, que están de lleno invirtiendo sus vidas en música que alaba a Dios, en enseñar a otros los principios de la Palabra de Dios, o compartir el evangelio de una manera que tan sólo podemos admirar. Sin embargo, a las pocas horas de ser inspirados por estas personas, nos resulta difícil encontrar tiempo, o simplemente no nos esforzamos por cumplir nuestros anhelos para la obra de Dios.
Santiago nos describe a este tipo de creyentes como aquellos que miran en un espejo y se ven, pero no hacen nada para corregir lo que está mal (Santiago 1:21-24). Escuchan la enseñanza bíblica, pero eso no los induce a la acción. Es por esto que Santiago nos aconseja hacer y no tan sólo oír.
Cuando pasemos del momento de inspiración que es generado tan sólo por oír los principios bíblicos y ejemplos de personas que están dando todo de sí por el Evangelio, a la transpiración, que implica hacer, proponer, decir, compartir lo que Dios nos ha brindado, entonces estaremos en un buen camino para cumplir su voluntad en nuestras vidas.
- En la vida cristiana necesitamos oír y hacer para ser verdaderamente útiles.
- Permite que la Palabra de Dios invada tu vida y transforme tus anhelos y prioridades.
HG/MD
“Pero sean hacedores de la palabra, y no solamente oidores engañándose a ustedes mismos.” (Santiago 1:22).