Lectura: Juan 15:1-8

Durante una firma de libros, un creyente que era escritor, tuvo una experiencia un tanto extraña con una de sus lectoras.  La dama se le acercó al hombre y le dijo: “Por fin he encontrado un escritor que en sus historias sea completamente limpio y decente”.  Él muy amablemente contestó: “escribo de una forma limpia, porque pienso de una manera limpia, gracias a que el Señor tuvo misericordia de mí”.  Su forma de escribir procedía de un interior transformado por Jesús.

En nuestra lectura devocional en Juan 15, se nos cuenta que la única manera de tener una vida fructífera y santa es permanecer en el Señor.  Y lo hace por medio de la ilustración de la vid y las ramas, y explicando sobre la necesidad de que sean limpiadas por quién puede hacerlo: “ustedes están limpios por la palabra que les he hablado” (Juan 15:3).   

Un corazón puro es solamente producto de la obra de Cristo, y sólo gracias a su poder puede permanecer así. Nosotros solemos errar, pero, “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

  1. Nuestro Señor Jesús nos ha limpiado mediante su sacrificio y por medio de su Palabra; en la medida que dejemos que el Espíritu Santo tome el control, nuestras decisiones, vocabulario y acciones mostrarán la presencia de Dios en nosotros.
  2. Una vida entregada a Jesús, habla con sus acciones.

HG/MD

“Yo soy la vid, ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto. Pero separados de mí nada pueden hacer” (Juan 15:5).