Lectura: Efesios 4:17-29

Cuando compartimos el evangelio o nuestra fe con algunas personas, puede resultar algo frustrante, pues a pesar de que les expongamos argumentos de peso y llenos amor, a menudo suelen terminar la conversión con alguna de estas frases: “Es interesante lo que dijiste, pero yo tengo mi manera de pensar”, “Yo no te digo como tienes que vivir, así que no me digas cómo tengo que vivir”.

¿Cómo responder a este tipo de frases?  Quizás te pueda servir usar el argumento del libro Papillon del francés Henri Charrière, en el cual su personaje principal es acusado del crimen más terrible que una persona pueda cometer.  Papillon pregunta: ¿Cuál es mi crimen?  El juez le responde: “La tragedia de una vida desperdiciada”.  Al escuchar la respuesta, Papillon de forma resignada dice: “¡Culpable, culpable!”

Vivimos rodeados de personas para quienes la vida no tiene ningún sentido; no tienen esperanza alguna, viven el día a día deseando que al levantarse, el día siguiente sea diferente. Otros se esconden en agendas y reuniones, que no les permitan pensar en lo que les espera al regresar a sus casas, muchos se hunden en vicios y hábitos autodestructivos, pensando que con ello lograrán llamar la atención. Estos y otros comportamientos se evidencian en Efesios 4:17.

Nuestra responsabilidad como creyentes es estar allí, disponibles para mostrar al mundo que la vida si tiene sentido, que podemos tener en Cristo un propósito y una esperanza real.

  1. Cuando mostremos con nuestras acciones lo que Cristo ha hecho, en ese momento la gente empezará a ver la diferencia que hay entre una vida con propósito y una vida sin Cristo.
  2. Si las palabras “la tragedia de una vida desperdiciada”, describen cómo te sientes, dale una oportunidad a Jesús, tu vida cambiará.

HG/MD

“Pero Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo.  ¡Por gracia son salvos!” (Efesios 2:4-5).