Lectura: Salmos 119:89-96
Uno de mis contactos me pasó el siguiente extracto de un poema, que hace referencia a uno de los posibles problemas de confiar en los correctores de ortografía, de los procesadores de palabras que tienen las computadoras y los teléfonos inteligentes. Decía lo siguiente:
Tengo un corrector de ortografía
Que ha ye para mi pese
Me mar K para que revise
El fa yo que el ojo no ve
Creo que todos hemos visto esto en alguno de los múltiples posteos que se hacen hoy día en las redes sociales, las palabras están bien escritas, pero algunas no son correctas para comunicar el mensaje del escritor. Es una prueba positiva, de que si estás buscando corrección en la fuente equivocada, no estarás en lo correcto.
Esto se traslada de una manera muy similar a los asuntos de fe. Es posible confiar en la fuente de información equivocada sobre asuntos espirituales. Por ejemplo, hay personas que creen que por efectuar rituales o hacer buenas obras serán salvos, o que por pertenecer a una determinada iglesia son mejores que otros. Estas sin duda son conclusiones equivocadas. Entonces, ¿a dónde podremos acudir para encontrar la verdad? Necesitamos una fuente perfecta a prueba de engaños. Y esa fuente es la Biblia. La Palabra de Dios dice que la salvación es por medio de la fe: Porque por gracia son salvos[a] por medio de la fe; y esto no de ustedes pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8-9).
En este mundo donde hay exceso de información, es muy fácil tomar la decisión equivocada. Asegúrate de verificar cuidadosamente lo que oyes y lo que lees acerca de Dios y Su Plan para ti. Siempre es por ello importante, la actitud de los creyentes del pueblo de Berea de Hechos 17:11 “Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra ávidamente, escudriñando cada día las Escrituras para verificar si estas cosas eran así”.
- Al igual que una brújula bien calibrada, la Biblia siempre te guiará a la dirección correcta.
- La Biblia es nuestra fuente de verdad.
HG/MD
“Para siempre, oh Señor, permanece tu palabra en los cielos.” (Salmos 119:89).