Lectura: Santiago 3:1-12

Cuando imparto clases de Biblia, tiendo a ser muy condescendiente con los estudiantes primerizos, pues es entendible que están acostumbrándose al nuevo hábito de estudio metodológico de las Sagradas Escrituras, y necesitan correcciones puntuales en algunos de sus aportes y tareas.  Pero cuando me encuentro con algunos trabajos de estudiantes avanzados, que contienen errores idénticos a los encontrados en algunas páginas web de estudios bíblicos, no lo puedo pasar por alto y por consiguiente ese trabajo obtiene una mala calificación; ellos deben aprender de sus errores para evitarlos las próximas veces que vayan a realizar una investigación; sin embargo, en algunos casos esto no ocurre y los vuelven a cometer.

La vida cristiana es muy similar, pues muy a menudo el Señor amorosamente pero de forma firme, nos muestra nuestros errores por medio del Espíritu Santo (Juan 16:7-11).  Este ejemplo debe inspirarnos sobre cómo debemos hacer ver a otros sus errores, de una forma amorosa pero firmes ante el pecado (Efesios 4:31-32); nuestro objetivo es que las personas puedan reconocer sus faltas, no destruirlas, y por tanto debemos cuidar las palabras que usamos a la hora de corregir (Santiago 3:8-12).

En nuestro andar con el Señor, debemos repasar las lecciones aprendidas en el pasado, capacitarnos, poner en práctica los principios aprendidos y eliminar los errores.

  1. El Señor continúa trabajando en nuestras vidas, especialmente en cuanto al tema del trato a nuestros semejantes.
  2. Si tienes que reconocer un error, sé humilde, acepta que has fallado y mereces la corrección; y no olvides seguir creciendo en tu relación con Dios.

HG/MD

“No se conformen a este mundo; más bien, transfórmense por la renovación de su entendimiento de modo que comprueben cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).