Lectura: Mateo 5:38-48

Si alguien me preguntara directamente ¿quién soy?, posiblemente diría algunas características que me definen como persona, entre ellas diría que soy seguidor de Cristo.  No obstante, sobre este punto de seguir a Jesús, he de admitir que es un verdadero desafío.

¿Y por qué digo esto?  Para empezar Él me pide que haga cosas como: regocijarme cuando me persiguen (Mateo 5:11-12), poner la otra mejilla (vv. 38-39), dar a la persona que quiere quitarme algo (vv. 40-42), amar a mis enemigos, bendecir a quienes me maldicen y hacer bien a los que me odian (vv. 43-44).   Para una persona común este tipo de peticiones van totalmente contra corriente de lo que cree y vive.

Sin embargo, si lo pensamos mejor, no es Dios el que está yendo contra corriente, sino nosotros.  Todos los seres humanos nacimos en una condición caída y sin esperanza.  Al ser cautivos por el pecado, nuestro primer andar fue completamente equivocado y siguiendo la corriente del río de la destrucción y la muerte.

Éramos una creación corrupta y sin futuro, hasta que llegó Jesús, interviniendo en la historia humana como una ráfaga de viento fresco en medio del desierto; y estando a punto de morir, nos extendió su mano divina, nos levantó por su misericordia y nos dio vida. 

Es por ello que, mientras más caminamos con Él, vamos entendiendo que dar la otra mejilla siempre será una mejor opción que empezar una batalla que no dejará ganadores; dar es mejor que recibir, porque nuestro corazón al final sentirá una satisfacción al ver una sonrisa sincera de quien se encuentra en necesidad, y esto no lo pueden ofrecer todas las riquezas de esta vida; y que morir al yo es mejor que seguir viviendo una vida sin esperanza.

  1. Luego de andar con Él algunos años, he entendido que sus caminos no son mis caminos (Isaías 55:8) pero siempre serán los mejores, y que no vale la pena vivir contra corriente.
  2. Al darnos cuenta que le debemos todo a Dios, comprendemos que vivir de forma agradecida y obediente, es nuestra mejor manera de decirle: ¡Gracias Señor, te amamos!

HG/MD

“Porque mis pensamientos no son sus pensamientos ni sus caminos son mis caminos, dice el Señor” (Isaías 55:8).