Lectura: Romanos 13:8-10

Hipócrates de Cos (460-370 a.C.), es considerado por muchos como el padre de la medicina.  Este antiguo médico griego comprendía la importancia de seguir principios morales en la práctica de la medicina, y se le atribuye la escritura del juramento hipocrático, que, hasta hoy, sirve como una guía ética para los médicos.  

Una de las principales líneas éticas del juramento es: “no causar daño”.  Esto hace un llamado a la conciencia profesional del médico a que debe hacer solamente lo que en su criterio beneficiará al paciente.

Este principio ético de no hacer daño se debe extender también a nuestras relaciones con los demás en la vida cotidiana. De hecho, ser benevolente es una enseñanza primaria en el Nuevo Testamento, ejemplificado en el amor hacia los demás.

El apóstol Pablo considera que el amor es el objetivo detrás de muchos mandatos bíblicos: “El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley” (Romanos 13:10). Es una realidad que en la medida en que sigamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, enfrentaremos decisiones que afectarán la vida de los demás.

  1. Al escoger nuestro modo de actuar tenemos que preguntarnos: ¿Estoy reflejando el interés de Cristo a los demás o tengo una motivación egoísta?
  2. Ejemplificamos el amor de Cristo cuando, en lugar de dañar, damos lo mejor de nosotros para construir puentes de ayuda al necesitado.

HG/MD

“El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley” (Romanos 13:10).