Lectura: Romanos 5:6-11

La campaña publicitaria buscaba llamar la atención del público al cual fue dirigida; en ella se resaltaban las bellezas naturales del país, las múltiples opciones para el sano esparcimiento y la atmósfera de tranquilidad que se vivía, por eso invitaba a conocerlo y vivirlo.  La campaña tenía una frase clave que decía: “Conozco este país; porque lo amo, te invito a conocerlo y amarlo también”.

Esta frase sin duda hace una clara referencia a la relación entre el amor y el conocimiento. Realmente, cuando amamos algo queremos saber todo sobre ese objeto.  Si amamos un lugar, deseamos explorar cada centímetro. Cuando amamos a una persona queremos saber todos los detalles de su vida: qué le gusta, en qué ocupa su tiempo, dónde creció, quiénes son sus amigos, en qué cree. La lista es interminable.

Algunos quieren que las personas los amen sin permitir que los conozcan. Tienen miedo de que, si los conocen realmente, no querrán amarlos. Sin embargo, no debemos preocuparnos por esto en lo que respecta a Dios. Su amor es ilimitadamente superior al nuestro: “Pero Dios demuestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).

Aún más, Él mismo se nos da a conocer. A través de la creación, de las Escrituras y de Jesús, Dios revela su carácter y su amor. Como nos ama a pesar de nuestras imperfecciones, podemos confesarle nuestras faltas confiadamente.

  1. Con Dios no es necesario temer que los demás nos conozcan y se den cuenta de cómo somos. Por esta razón, conocer a Dios es amarlo.
  2. Permite que Dios te muestre hoy cuánto te ama, sin lugar a dudas cambiará tu vida para siempre.

HG/MD

“Amados, ya que Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1 Juan 4:11).