Lectura: 1 Juan 3:16-24

En una Universidad se desarrolló un estudio social el cual debía realizarse y estaba estructurado de la siguiente manera.  Una pareja de entrevistadores debía tocar las puertas de las casas en un barrio común y corriente, debían vestir con ropa muy formal, saco y corbata, y cuando salía el entrevistado sus primeras palabras hacia la persona debían ser: “Creo que no tengo que decirle porque estamos aquí”.

Fue muy frecuente que las personas asombradas dijeran: “¿Cómo lo supieron?”, y acto seguido describían un delito que habían cometido; en la mayoría de los casos muy pequeño, pero que nadie había descubierto aún.

En el informe final del estudio se describe dicha reacción como “una puerta de salida para la potencia fundamental de la conciencia, el monólogo interno del corazón que delata”.  Por supuesto, todos sabemos cosas personales que nadie más conoce: fracasos, errores, pecados. Aunque los hayamos confesado a Dios y Él nos haya perdonado, quizás en algunas ocasiones regresan para acusarnos una y otra vez.

Juan, uno de los seguidores más cercanos de Jesús, escribió sobre el amor de Dios hacia nosotros y el llamado a obedecer sus mandamientos: “En esto sabremos que somos de la verdad y tendremos nuestro corazón confiado delante de él; en caso de que nuestro corazón nos reprenda, mayor es Dios que nuestro corazón, y él conoce todas las cosas” (1 Juan 3:19-20).

  1. Nuestra confianza en Dios surge de su amor y perdón manifestados en Cristo, no de nuestro desempeño en la vida.
  2. Dios, quien sabe todo sobre nosotros, es mayor que nuestra auto condenación.

HG/MD

“Y el que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. Y por esto sabemos que él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado” (1 Juan 3:24).