Lectura: Hechos 15:12-21

Hace un tiempo escuché la historia de un famoso artista que no tuvo un gran inicio, se dice que la primera vez que intentó hacer un retrato de su hermana, todo le salió muy mal pues no logró hacer lo que realmente quería.

Pero, segundos antes de que rompiera en mil pedazos la pintura, su mamá pasó cerca de donde estaba, le dio un beso en la cabeza y le dijo: “Oh, es tu hermana, que bonita pintura”.   Mucho tiempo después, en una entrevista el artista compartió que aquel beso lo cambió todo, y con mucha práctica y paciencia con el tiempo lo convirtió en un gran experto; sin lugar a dudas el ánimo es muy poderoso.

Tal y como aquel niño quien apenas hacía sus primeros trazos en la pintura, al inicio de su vida como creyente, quien se convertiría en el apóstol Pablo tampoco la pasó muy bien, pues por supuesto las personas le temían, en especial los creyentes (Hechos 9:26).

Sin embargo, hubo alguien quien sí creyó en su conversión y lo apoyó, su nombre era Bernabé (Hechos 9:27-28); y este hombre no se quedó ahí, poco tiempo después también fue enviado a dar ánimo a la iglesia en Antioquía (Hechos 11:22-23).  La iglesia que en poco tiempo se convertiría en una de las más influyentes de su tiempo.

Esta característica de Bernabé debe estar presente en cada creyente.  El ánimo es una herramienta básica entre quienes hemos depositado nuestra fe en Jesús; Dios moldea nuestra vida de servicio y la de otras personas mediante el aliento que demos a los demás.

  1. Agradezcamos a Dios por cada una de las veces que hemos necesitado aliento y lo hemos recibido de una persona que genuinamente se preocupa por nosotros.
  2. Que brindar ánimo y aliento formen parte de nuestras vidas como creyentes, ya que en verdad siempre existirá alguien que lo necesite, y además nos ayudará en nuestro crecimiento espiritual para ser más parecidos a nuestro Señor Jesús.

HG/MD

“En seguida Jesús les habló diciendo: ¡Tengan ánimo! ¡Yo soy! ¡No teman!” (Mateo 14:27).