Lectura: Efesios 1:1-10

Hace algunos años pude visitar las cataratas del Iguazú, ubicadas entre Argentina, Brasil y Paraguay.  Fue una sensación impresionante estar al frente de sus 275 cascadas y los 1500 m³ por segundo de agua que se precipitan al cañón del río con fuerza desmedida.  La vegetación exuberante que rodea el lugar abruma todos los sentidos, los helechos, musgos, begonias rojas, orquídeas multicolor, bromelias brillantes y bejucos con flores, literalmente inundan la mirada y me hicieron reflexionar en lo generoso que es nuestro Señor al permitirnos observar las maravillas de Su naturaleza.

El Señor pudo haber hecho menos cascadas en este lugar y que no corriera esa cantidad impresionante de agua por minuto, pero no lo hizo, y es una muestra del poder creativo de nuestro Todopoderoso Dios; es por esto que muchas personas de todo el mundo viajan para verlas en persona.

Que ilustración más increíble nos brindan estas maravillas sobre lo que significa la gracia de Dios, tal como lo indica el apóstol Pablo en su carta a los Efesios: “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia” (Efesios 1:7-8)

La palabra griega “ἐπερίσσευσεν” que se traduce como “sobreabundar”, tiene la implicación de “una medida excesiva, algo más allá de lo ordinario”.  Eso es exactamente lo que hace extraordinaria a la gracia.  Dios no la suministra en goteros, ni la raciona como el agua en la sequía, Su gracia sobreabunda con la fuerza de una cantidad inimaginable de cascadas, para que nos maravillemos por Su demostración de amor y misericordia inmerecidos.

  1. Cuando busques a Dios “para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16), agradécele por Su inmensa compasión.
  2. El corazón de Dios siempre rebosa de gracia.

HG/MD

“En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7)