Lectura: Lucas 12:13-21

En Perak, Malasia, existe una edificación conocida como: “El castillo de Kellie”.  Inmediatamente algunos se preguntarán ¿qué hace un castillo escocés en las junglas de Malasia?

Para entender esto es necesario que conozcamos la historia de William Kellie Smith, un escocés quien a los 21 años decidió buscar fortuna en el sudeste asiático. Tras hacerse rico con las plantaciones de caucho a finales del siglo 19, regresó a Escocia para despedirse de su madre enferma y conoció a Agnes, su futura esposa. De vuelta en Malasia, decidió construirle una mansión.

El resultado es un castillo de estilo ecléctico (morisco, indosarraceno y romano), con instalaciones que fueron todo un hito en la época: pista de tenis cubierta, zona lounge para fiestas en la azotea y hasta un ascensor; el primero de Malasia, que no llegó a completarse por la muerte súbita de Smith a causa de una neumonía en 1926.  Hoy día, la antigua e inconclusa mansión se conserva como un sitio turístico.

Esta historia de una edificación inconclusa me recuerda la parábola del hombre rico en la lectura bíblica de hoy. Él pensó que podía acumular riquezas para sí y vivir el resto de su vida con comodidad; sin embargo, no sabía que esa misma noche perdería la vida y todo lo que tenía no lo ayudaría. Jesús le recomendó a la multitud que en vez de hacer lo que este hombre hizo, acumularan riquezas en el cielo (Lucas 12:21,33).

  1. ¿Qué estamos acumulando para nosotros mismos? Puede ser que no sean riquezas, pero sí otros tesoros terrenales que albergamos en nuestro corazón. ¿Estamos construyendo nuestro propio reino o el reino de Dios?
  2. La vida es muy breve y no sabemos cuándo dejaremos este mundo. Por ello, esforcémonos por vivir cada día con la eternidad en perspectiva.

HG/MD

“Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu vida; y lo que has provisto, ¿para quién será?”. Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios.” (Lucas 12:20-21).